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¿Qué enseñamos a nuestros hijos sobre el origen del hombre?

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Por Lic. Jesús González

Recientemente, mi hijo, que está en el primer año del liceo, me pidió ayuda con una tarea de Historia para responder a la siguiente pregunta: ¿Que diferencias encuentras entre las explicaciones científicas y religiosas sobre el origen del hombre? Ante este complejo problema de comparar explicaciones para saber si la ciencia está más acertada o si la religión está un poco más anticuada en cuanto a explicaciones se refiere, mi primera reacción fue examinar que referencias le fueron dadas a mi hijo para responder a esa tarea. Mi sorpresa fue descubrir que lo que sí está realmente anticuado son los propios textos escolares, que ignoran los últimos descubrimientos científicos sobre el tema.

La ciencia y la religión deberían trabajar juntas y en armonía, puesto que ambas sirven para superar nuestra ignorancia externa e interna; y no deberían existir diferencias, contradicciones o antagonismos entre ambas. Como Albert Einstein comentó: “La ciencia sin la religión está lisiada, y la religión sin la ciencia está ciega”.

Hoy tenemos que agradecer que muchos de los descubrimientos en la ciencia actual, están ayudando a unificar y clarificar muchos de los viejos conceptos religiosos. Sobre todo, los nuevos y revolucionarios avances en las áreas de la física cuántica, la biología molecular y la parapsicología.

Desafortunadamente, en siglos pasados, desde los tiempos de Galileo Galilei, existen serias e irreconciliables disputas entre el punto de vista de la religión y la ciencia, fundamentalmente, provocadas por la ignorancia y una actitud de prepotencia y fanatismo que muchas veces estaba y está presente en ambos lados.

Con respecto a las explicaciones científicas y religiosas sobre el origen del hombre, reconocemos que existen diferencias. Pero con el tiempo, esperamos que esas diferencias desaparezcan. Recientes descubrimientos realizados a través de la biología genética aportan hoy una nueva luz, y lo que es más importante, un nuevo método en la búsqueda de nuestros antepasados y de nuestros orígenes.

Los biólogos modernos, Rebecca L. Cann, Mark Stoneking y Allan C. Wilson de la Universidad de California, Berkeley, hicieron una investigación a través de rastrear el código genético del ADN Mitocondrial, el cual se transmite exclusivamente por la línea materna y que obtuvieron de las placentas de 147 mujeres de todas las razas y puntos geográficos de los 5 continentes. Los resultados obtenidos llevaron a una interesante y poderosa conclusión: cada uno de nosotros, como parte de la humanidad, podemos rastrear nuestro linaje hasta una única mujer, que curiosamente estos científicos, apodaron “Eva Mitocondrial”.

Estos resultados fueron publicados el 1 de enero de 1987 bajo el título: “La Evolución Humana y el DNA Mitocondrial” en NATURE, una de las revistas científicas de mayor prestigio. Esta investigación, como era de esperar, causó una gran controversia y luego fue seguida de numerosos intentos por refutar el “dónde” y “cuándo” de sus conclusiones. Pero a pesar de la controversia y las dudas sobre el lugar y el tiempo de la aparición de esta supuesta “primera antepasada”, nadie puede negar el postulado fundamental de que nuestros genes provienen de “ella”.

Es oportuno aclarar que esto no prueba científicamente la existencia de “Eva”, sólo de la necesidad matemática de una primera antepasada de quién todos heredamos nuestro ADN Mitocondrial. Por ejemplo, sabemos que tuvo que tener por lo menos dos hijas con hijos que sobrevivieron; porque si solo tuviese una hija, esa hija sería la que llevaría el título de “Eva Mitocondrial”

También es necesario mencionar aquí otro interesante descubrimiento reciente publicado en “Cell” el 11 de julio de 1997, que resultó de un análisis del ADN Mitocondrial extraído del hueso de un Neandertal, por el que se mostró que los Neandertal no han contribuido ningún material genético a los humanos modernos (Homo Homo Sapiens) y por lo tanto no se les puede considerar como nuestros antepasados.

En otro estudio publicado en “Journal of Science” (26‑5‑95) los científicos Robert L. Dorit de la Universidad de Yale, Walter Gilbert de la Universidad de Harvard e Hiroshi Akashi de la Universidad de Chicago, descartaron la idea de que el hombre moderno apareció simultáneamente en distintas partes del mundo. En este caso, estos científicos enfocaron su rastreo genético en el cromosoma “Y” que es determinante del sexo masculino, exclusivo del varón y que se pasa sólo de padre a hijo. Al no encontrar variaciones después de analizar uno de los genes del cromosoma “Y” extraído de 38 hombres de distintas partes del globo, concluyeron que los antepasados de la humanidad provienen de una pequeña población concentrada. En esta ocasión, y me imagino que para evitar controversias, estos científicos no quisieron mencionar, ni mucho menos bautizar con el nombre de “Adán cromosoma Y” a ese primer antepasado masculino del que todos los varones heredamos los genes de dicho cromosoma.

Estos hallazgos son consistentes con el prevaleciente punto de vista entre los antropólogos de que el origen de nuestra especie fue un hecho reciente que sucedió en una región y que luego los seres humanos se diseminaron por el mundo. Las variaciones raciales de hoy se originaron después de esa dispersión.

La raza humana comenzó en un cierto punto específico de la historia de nuestro planeta, así como nuestra propia vida individual también tuvo un punto de comienzo. Hagamos la siguiente comparación, nuestro padre y nuestra madre son el punto de comienzo de nuestra vida. Ellos nos transmitieron sus características y genes, que estaban contenidos en las dos células originales que se unieron en el momento de la concepción y que luego, al multiplicarse, dieron origen a la inmensa cantidad de células que componen los órganos de nuestro cuerpo. Cada célula de nuestro cuerpo, porta ese código genético exclusivo y característico de cada individuo y que proviene de las dos células originales.

En forma similar, los casi aproximadamente 6.000 millones de personas que actualmente conforman la población mundial, provienen de la multiplicación que ocurrió a través del tiempo, en las distintas generaciones y que al retroceder en nuestro árbol genealógico, nos llevarían a nuestros antepasados originales. El primer padre y la primera madre, la primera pareja humana, origen de nuestra especie. Cada uno de nosotros porta ese código genético exclusivo y característico de nuestra especie, dado por esos padres originales.

¿Llegarán finalmente los biólogos a la conclusión de que el Adán y la Eva del relato bíblico, la primera pareja de nuestros antepasados, de hecho realmente existieron? Yo tengo confianza que en un futuro se llegará al fondo de esta cuestión, incluso por los métodos de la ciencia. Sin embargo el camino de la ciencia no puede llevarnos a descartar las visiones, revelaciones y otras experiencias místicas, que son también un camino de conocimiento válido para descubrir la verdad sobre nuestro pasado, aunque sea diferente del método científico.

Según el punto de vista de la religión, una de las características que distingue a los seres humanos del resto de los animales es que poseemos un espíritu único, eterno e indestructible. Por tanto, cuando se hace referencia o mención a la primera pareja original, [según la Biblia, Adán y Eva] es para referirse respectivamente al primer espíritu masculino, eterno e indestructible de un hombre [Adán] y de una mujer [Eva]. El resto de todos los espíritus humanos ahora existentes se originaron y multiplicaron a partir de estos dos primeros espíritus humanos [padre y madre].

La preocupación fundamental de la religión es clarificar su origen espiritual y divino, así como el propósito o el “por qué” de su creación, evitando especular sobre los todavía desconocidos detalles del “como” ocurrió su origen biológico o físico. Las preguntas relacionadas con nuestro origen físico o biológico es un problema que compete a la ciencia y que esperamos pueda dar una respuesta satisfactoria en un futuro no muy lejano.

Aun en el supuesto caso de que múltiples parejas de homínidos estuviesen involucrados en nuestro origen biológico, ello no presentaría ningún problema con el planteamiento básico presentado por la religión acerca de que Dios está detrás de ese proceso evolutivo y creativo y que nos creó como a sus hijos, a Su imagen y semejanza (varón y hembra).

Jesús González Losada; Licenciado en Ciencias de la Educación, Vicepresidente del Capítulo Uruguayo de la Federación de Familias para la Paz y la Unificación Mundial, Escritor y Conferencista.

 


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